viernes, febrero 17, 2006

Crónica de un concierto inesperado, Parte II : Portorro, día 1

Hay una carretera en santo Domingo, colocada en el mismo trayecto del sol. Ahi estábamos Celeste y yo a eso de las 12:15 pm, navegando rumbo oeste-este, con destino al ex-aeropuerto internacional de las américas, mientras a la derecha, el mar caribe se vestía de plata, gracias a los reflejos del astro rey.

10 de febrero, viernes. Por fin nos vamos a ver a los Rolling Stones. Llegamos al aeropuerto a la 1 pm, más o menos, tal como estaba planeado.
En cuestión de 20 minutos hicimos el chequeo en la terminal, y nos encontramos con Eduardo, ese zar del buen comer y beber, paladín de los 2x1, jeque supremo del steakhouse Cafe. Salimos a fumar un cigarrillo, y luego tomamos rumbos separados. Me parece que él fue al admiral's club, a disfrutar la espera con clase, mientras Celeste y yo fuimos a comer algo como viles proletarios.
El avión de AA despegó relativamente a tiempo. El vuelo duró 38 minutos exactos, y se caracterizó por la ausencia total de: refrescos, jugos, manies, o pretzels. Nada, no brindaron nada. Si siguen asi, dentro de poco los azafatos y azafatas le quitarán la comida a los pasajeros, si es que alguno llevara.

4 y algo. Estamos en Puerto Rico. ¿Quién lo diria?, el viaje duró menos que una gira a Juan Dolio o Bonao.
Afuera todos los integrantes del tour nos reunimos. Esperamos alrededor de 45 minutos a que llegara el transporte de Skip Productions, organizador de dicho tour. Por lo visto, una manifestación de independentistas, combinada con el rush hour hizo que la guagua tuviera un ligerito atraso. Pero, como dominicanos al fin, ya estamos acostumbrados a eso, y mucho más.

5 y alguito. Arrancamos para caguas. Un viaje que debió durar 20 minutos nos tomó alrededor de 2 horas. Jodidos independentistas. En vez de estar haciendo huelguitas, debieran tomar tres machetes, y cuatro revólveres, y hacer como hicieron Duarte, Sánchez y Mella. Bueno, me imagino que la hora pico tampoco ayudó mucho, y esa no se resuelve con trabucazos.

Contamos con la suerte que en la "camiona" (me referiré de esta manera, de ahora en adelante, a la van que nos transportaba) estaban dos personajes que le hacen competencia a Boruga y Freddy: el general Polanco, ex jefe de estado mayor del Ejército Nacional, y Cuqui (o Cookie, vaya usted a saber). El general arrancó en la camiona a leer una retahila de cuentos, que llevaba en unas hojas, que casi provocan que nos "caguaramos" de la risa. Toioioioioinnnn!!

El Sheraton Four Points es un hotel de lo más que se yo. No era el Jaragua, pero tampoco el Delta. Como yo iba de gratis, para mi era el Waldorf Astoria. Llegamos a las 7 y poco. Después de chequearnos en el Lobby, acordamos en reunirnos a las 8:30, para irnos a parrandear al viejo San Juan. Durante el proceso de chequeo, los jovenes de Skip Productions nos brindaron Heinekens con Papas frito lay's. Excelente. Muchos no habian probado nada (gracias AA!) desde la mañana.

A eso de las 8:31 bajamos, y nos encontramos con unos cuantos que ya estaban en el bar, practicando el antiguo arte del chupe. Nos unimos a ellos. Probamos la cerveza "Medalla". Estaba de lo mas buena, algo suave, pero buena.

Del hotel salió a las 9 p.m. un grupo de individuos. Regresó un grupo, pero no de individuos, sino de "panas full". Ese es el efecto que puede tener una buena parranda. El alcohol, los chistes, la convicencia, se unen para darle coherencia a un conjunto de personas que antes no se conocía. Ya eramos "hermanos". Ya don Eduardo era simplemente Eduardo...

Primera parada: Wendy's. No por hambre, por unos deseos comunales de desalojar las vejigas. El baño estaba siendo aseado porque alguien, al parecer, utilizó el método inverso al que normalmente se utiliza para comer: boca -> estomago, asi que utilizamos el de niñas, total es lo mismo.
Segunda parada: Cudetá. Al parecer un pub/restaurant de moda en San Juan, donde las entradas son exóticas y extremadamente caras. Mala combinación para mis gustos.
Tercera parada: Hard Rock Cafe. Allí supuestamente ibamos a presenciar un tributo a The Who, pero al llegar se había acabado. Estaba iniciando el próximo tributo. Este era dedicado a una bandita no muy conocida de unos fulanos que iniciaron su carrera en Liverpool. Unos tales Beatles. Estuvo muy bien. Los mismos peinados, los mismos saquitos pariguayos de la época, hasta las guitarras se veian viejas. Tremendo tributo!. Una buena parte del grupo se lo perdió, ya que sintieron ciertas urgencias intestinales, y salieron a buscar comida.
Ultima parada de la noche: nunca supe el nombre, pero era un barcito, escondido en uno de los callejones del viejo San Juan. Aqui el ambiente era muy joven, y la música en vivo solo la puedo describir de la siguiente manera: afrocubomorenoantillana. Asi mismo, cero anglosajonismo musical. Solo ritmos caribeños. En este local no cabia ni la menor duda. Si movias un brazo, con toda seguridad ibas a rozar un par de nalgas boricuas, lo cual puede ser bueno o malo, dependiendo de la orientación sexual de cada quien, y del tamaño del molleto con que ande la ofendida. Asi que, vista la situación, decidimos irnos al hotel. Ya eran más de las 2:00 am. Por mi, ya estaba bueno. Mi cuota de medallas había terminado, y estaba listo para dormir (entre otras cosas).
Subimos a la camiona, que nos estuvo esperando toda la noche parqueada frente a un parque. El viaje de vuelta al hotel estuvo amenizado por el conjunto de Cuqui y el General. En este trayecto el Sr. Cuqui tiró el ya famoso chiste de la paleta con sabor vaginal, con complemento anal. "Vóltiala!!"
Como a las 3 menos poco llegamos a Caguas. Quedamos en reunirnos a las 10 del día siguiente, para irnos de compras.
Así concluyó nuestro primer día del tour. Muy pronto llegaría el momento de ir a ver a los viejevos del Rock, los Rolling Stones. Faltaban menos de 18 horas.
Mientras tanto, a la camita.


Espere pronto: Crónica de un concierto inesperado, Parte III : Portorro, día 2

miércoles, febrero 15, 2006

Crónica de un concierto inesperado, Parte I : Steakhouse Cafe

El jueves 2 de febrero pintaba como otro día normal. Pero era diferente en un ligero y diminuto aspecto: faltando 10 minutos para que finalizara el día laboral me dieron ganas de beber cervezas. Esto normalmente hubiera tenido un solo significado, que indefectiblemente me iba a tirar unas cuantas verdes, ya que esos arranques usualmente no los reprimo. Pero el jueves le había prometido a Celeste llevarla a ver a Harry Pote y el brugal extra viejo, ejem, perdón y el caliz de fuego, o algo asi.

Como expresé anteriormente, hay ciertos impulsos primordiales que hay que seguir sin pensarlo dos veces, y, en mi caso, beber cerveza es definitivamente uno de ellos. Asi que convenci a Celeste de las bondades del Steakhouse Cafe y su 2x1 de 5 a 8 p.m.

Llegamos a eso de las 5:30, y habían aproximadamente 12 personas dentro, con la particularidad de que 10 eran empleados. Nos sentamos en el mismo lugar de siempre: en la esquina noroeste del bar. Para aquellos con problemas de orientación geografica, me refiero a la esquina derecha del bar, inmediatamente uno entra. Pedimos lo mismo de siempre. Cerveza yo, vino tinto ella.

Cuando iba por 200 ml de los 360 aprox. que trae mi amada botella verde, a Celeste se le ocurrió mudarse a la mesa que esta cerca de la pantalla gigante para poder ver el juego de no sé que cosa.

Ahi sucedió. Fue uno de esos momentos que cambia el curso de tu existencia, pero en ese instante no te lo imaginas.
La chica que nos atendia nos llevó un boleto para participar en la rifa de dos viajes a Borinquen para ver el concierto de los Rolling Stones. "Por cada cerveza Presidente que consuman, se le entrega un boleto" dijo. "Maravilloso" fue mi reacción. Lapicero en mano, procedí a rellenarlo con mis datos generales.
Durante esa noche repetí la misma acción seis veces. Al final de la misma deposité mis boletos en una gran urna verde, y me fui.

La gran rifa era el sabado 4 de febrero, y steakhouse cafe tenia un pequeño tributo a los Rolling, con una banda formada por tremendos músicos del ambiente rock criollo. Con la única finalidad de aumentar mis probabilidades, esa noche tambien me bebí seis jugos de cebada.

Momentos antes de anunciar los ganadores, Ariel Sánchez y yo estábamos llenando el último de los boletos, y él me comenta que con ese iba a ganar. Yo, en un despliegue de optimismo, o precognición, dependiendo del punto de vista, le respondí que no se hiciera ilusiones porque estaba claro que ese viaje me lo ganaba seguro.

Una de las modelos contratadas por la cerveceria, de esas con cuerpo ideal para cometer actos pecaminosos, sacó el primer boleto ganador. No era yo, que vaina! Saca el segundo boleto, y Leo, el Maestro de ceremonias designado, anuncia con voz de mal locutor: "RAFAEL". En ese momento sentí que se me congelaba la sangre. Es esa sensación semiorgásmica que le da a todo el mundo cuando orina, como un escalofrio que recorre el cuerpo desde la cabeza a los pies.
Pasaron aproximadamente como cuatro segundos (eternos en mi opinión) antes de que dijera: "CINTRON". He pensado mucho en esos 4 segundos, y llegué a la conclusión de que fueron debidos, no a un deseo de impregnar la situación de suspenso (tan tan tan taaaaaaaaaaaan), sino, a que mi apellido no es muy común, y Leo lo estaba tratando de descifrar.
No recuerdo haber abierto los ojos tanto antes de ese momento. Solo atine a levantar los brazos, cual Jack Veneno al derrotar a puño de hierro, en señal de victoria. Y me quede ahi parado sin poder pensar en nada, con los brazos en alto, dando pequeños brincos de alegria, hasta que alguien me bajó de la nube, y me dio un buen consejo: ve a reclamar tu premio antes de que lo rifen de nuevo.

Tomé a Celeste de la mano, y procedí hacia la tarima con una sonrisa de estúpido, de esas que ponen los ganadores de rifas que no esperaban ganar. Alli tuve que demostrar que era ese tal Rafael Cintrón que habían anunciado por los altavoces. Pan comido, a sacar la cédula y listo.
La sonrisa de estúpido se quedó conmigo la mayor parte de la noche. Simplemente no se borraba. Me sentía como debe sentirse un criminal que se pasa la vida cometiendo barbaridades, y cuando muere le informan que como quiera va al cielo. Un sentimiento de alegria y felicidad TOTAL.


El lunes siguiente llené el papeleo usual, entregamos copia de la cédula y el pasaporte en las oficinas de Steakhouse Cafe, y todo estaba listo. El viernes 10 nos iríamos a ver a los Rolling Stones, cortesia de Steakhouse Cafe, e Industrias E. Leon Jimenez.


Próximamente: Crónica de un concierto inesperado, Parte II : Portorro